Vicente Martí Barberá nació en 1935 en Alaquàs, una localidad marcada por la tradición y el trabajo artesanal.

La niñez de Vicente fue difícil y solitaria. A la temprana edad de dos años, perdió a su padre durante la Guerra Civil Española, lo que marcó su vida para siempre. Su madre, una mujer trabajadora, comenzaba sus labores en el horno familiar, ubicado en el número 9 de la calle Mare de Deu de L'Olivar, desde las cinco de la mañana, dejando a Vicente a cargo de sí mismo desde muy pequeño.

A los 6 o 7 años, cuando no estaba en la escuela, Vicente ayudaba en el horno pesando el pan en la báscula. Con el tiempo, la vida le obligó a asumir más responsabilidades, especialmente cuando sus abuelos enfermaron. Vicente dejó el horno para cuidar de ellos y, tras su fallecimiento, empezó a trabajar en la fábrica familiar de alfarería.

La alfarería era una tradición en la familia Barberá, a la que pertenecía su madre. Los Barberá habían sido fabricantes de peroles y cazuelas durante más de 250 años. La fábrica, inicialmente ubicada en la calle Benlliure, se trasladó a la actual calle Perolers, donde los hermanos de su abuelo construyeron una nueva instalación que incluía viviendas conectadas a la fábrica.

A los 13 o 14 años, Vicente comenzó a trabajar en la alfarería bajo la tutela de su tío Francisco Barberá Gil. En 1955, a los 20 años, la fábrica enfrentaba serias dificultades financieras, y Vicente tomó la decisión de hacerse cargo, proponiendo un plan para revitalizar la fábrica, que incluía la compra y venta de materiales de otras regiones.

Vicente vio cómo la alfarería cambiaba radicalmente a lo largo de los años. Desde los antiguos hornos morunos, donde la cocción de las piezas podía llevar hasta 24 horas y muchas veces se rompían, hasta los modernos hornos eléctricos, capaces de cocer en solo seis horas y sin pérdidas de material. Pero aunque la tecnología cambió, Vicente siempre mantuvo el respeto por las técnicas tradicionales. A pesar de las innovaciones, el “bochar” y “girar” las cazuelas seguían siendo esenciales en su fábrica.

El valor que Vicente daba a cada pieza era igual, desde la cazuela más pequeña hasta la más grande. Su preocupación por sus trabajadores también marcó su carácter. Para él, el bienestar de su equipo era tan importante como la calidad de sus productos.

La Familia: Su Pilar Fundamental

Vicente siempre tuvo claro que su familia era lo más importante en su vida. Conoció a su esposa, Encarna quien, con su apoyo incondicional, siempre le ayudó a perseguir sus sueños.

A pesar de las dificultades de su infancia, Vicente encontró en sus hijos y nietos una razón para sonreír. Hoy en día, mira hacia atrás con gratitud, sabiendo que su vida cambió gracias al cariño y apoyo de su familia. Donde antes veía soledad, hoy encuentra compañía y felicidad.

Un Legado Inquebrantable

Vicente Martí Barberá no solo fue un alfarero excepcional, sino un hombre que supo convertir la adversidad en oportunidad. Con su esfuerzo incansable, logró transformar una fábrica que estaba al borde de la quiebra en un negocio próspero, sin olvidar nunca los valores que le inculcó su madre: trabajo duro, honestidad y dedicación. Su historia es la de una vida llena de sacrificio, amor por su oficio y un profundo compromiso con su familia y sus raíces.

Hoy, la alfarería que él levantó sigue viva, no solo como un negocio, sino como un testimonio del legado que Vicente dejó. Su vida es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el esfuerzo y el amor por lo que uno hace pueden iluminar el camino.

En gratitud a nuestro yayo, Don Vicente Martí Barberá, quien nos enseño que con bondad y amabilidad, se pueden lograr historias maravillosas.